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De madre a hija



Me llamo Carmen Díaz Jiménez, residente de segundo año de Medicina Familiar y Comunitaria del Centro de Salud de Camas.


Cuando desde la Unidad Docente nos propusieron esta actividad tuve claro acerca de lo que quería hablar, de mi referente: mi madre, la Dra. Jiménez, o como bien la conocen en su hospital, “Doña Lola”.


Nació en 1967, en un pequeño pueblo de la provincia de Jaén, Arjona, en el seno de una familia muy humilde de agricultores. Era pequeña de cuatro hermanos, siempre alegre allá por donde iba.


Desde pequeñita, tuvo presente su gran vocación, ayudar a los demás, y gracias al esfuerzo de sus padres y hermanas mayores pudo venirse a Sevilla a estudiar Medicina. Durante sus años de carrera, dedico mucho tiempo a sus estudios pero sin dejar de lado la cervecita de los viernes. Pero ella no vino sola, llegó acompañada del que ahora es su marido,cuya carrera, según él, ha sido impulsada por ella.


Pero no todo fue fácil, en ese tiempo, las plazas estaban muy solicitadas, y había que trabajar muy duro ya que la competitividad era muy alta; y a todo esto, se sumó un alegre susto, mi nacimiento. Fueron unos años duros, ya que tenía que compaginar el estudio con la maternidad. Para poder estudiar,mi madre tuvo que apoyarse de algunos familiares para hacerse cargo de la difícil situación . Ella siempre recuerda como sus hermanas, enseñaban a su hija, aquellas cosas tan maternales, cómo enseñar a andar, ponerse su primer traje de gitana, que aunque parecieran en determinados momentos simples o vanas, se tratan de lazos que constituyen la relación madre e hija . Pero todo esfuerzo tuvo su recompensa, y pudo conseguir su plaza de residente en el Hospital de Jaén.


Durante toda mi vida, siempre me han dicho que tenía que ser médico como mi madre. A pesar de ello, debido a la dificultad de esta carrera, y las circunstancias que acompañaron estos inicios, pensé en dejarlo. Pero con el paso del tiempo, me di cuenta de que la Medicina siempre había formado parte de mi vida, y que no podría dedicarme a otra cosa que no fuera esa. Desde niña, recuerdo a mi madre irse a trabajar noches completas, y, tras ellas, a pesar del cansancio evidente tras tantas horas de trabajo, siempre seguir feliz y motivada para seguir dedicándose a aquel trabajo que realmente le motivaba, su real vocación.


Tras todo lo dicho, sé que tanto la ayuda de mi madre como la de mi padre han sido fundamentales. Sin embargo, para mí, mi madre ha sido un ejemplo a seguir. Siempre una mujer fuerte y trabajadora, que supo afrontar no solo las dificultades derivadas de tener hijos durante su formación, sino también la exigencia de ser un médico en formación. Gracias a estos esfuerzos, la verdad es que puedo decir que todos los mios quedan justificados.

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