El cosquilleo que producen los cambios
Después del examen MIR todo pasa muy rápido, la vida pisa el acelerador pasando de 60 a 120 km/h. En los siguientes cuatro cortos meses intentarás, por este orden:
1) Disfrutar de tu familia y amigos, ya que las sabias lenguas te han contado que el primer año de residencia es poco mas que parecido a vivir en un convento (de clausura).
2) Viajar, cuanto más lejos mejor, por si se generan nuestras fronteras entre países, o dentro del país, de las cuales no te enterarás por estar inmerso en este primer año de residencia.
3) Buscar en Amazon el pulsioxímetro más barato, pero bonito, irrompible y con sensor de búsqueda incorporado, evitando de esta manera los dos causas mas frecuentes de muerte del mismo: sustracción o parada secundaria a politraumatismo.
4) Intentar buscar, intuir y/o adivinar por ciencia infusa, quienes serán tus próximos compañeros durante los cuatro años venideros. En este punto, el papel estrella recae sobre las redes sociales, chivatas y protagonistas de las primeras impresiones.
5) Cambiar tu nombre en redes sociales para evitar que sobre ti ejerzan el punto número 4; a sabiendas de que el espabilado del grupo ya te habrá encontrado.
Lo cierto es que, en medio de todos estos ítems imprescindibles (con un nivel de significación “p < 0.05”), surge sobre un palco estelar con lucecitas de colores alrededor y coronado por dos bellos ángeles la gran pregunta que todo el mundo te hace y repite (como si en ello le fuera la vida): ¡¿pero que médico?! ¡¿médico de que?!
Entonces es cuando coges aire hasta percibir una autoescucha de sibilancias a la inspiración profunda y lo sueltas como si tu único objetivo fuera derribar las tres casitas de los tres cerditos a la vez.
Mi respuesta a esa pregunta fue: “yo quiero ser médico de todo y para todos”. Las reacciones fueron diversas.
Afortunadamente, cada vez esta mas sublevada la antigua fama del Médico de Familia.
Siempre he pensado y creo que cualquiera lo entenderá si se para a pensar no mas de tres minutos, que la Medicina Familiar y Comunitaria constituye la base de una pirámide llamada Sistema Sanitario; y, como toda buena base, ejerce un papel tan fundamental como ser el sustento. Y todos los médicos de familia, debemos ser conscientes de ello, integrarlo y defenderlo.
Las criticas y la ignorancia siempre callan bajo el halo del saber y la capacidad de resolución. Pero estas últimas no caen del cielo cual maná; deben ser forjadas y trabajadas, con esfuerzo, durante nuestra preparación, que cuatro importantes años de nuestra vida.
Por eso, R1 que has conseguido hacerte un hueco entre los miles de aspirantes tan capacitados y con tantas ganas de empezar como tu, que querían elegir Medicina Familiar y Comunitaria, y no pudieron: lucha, aprende y estudia de las distintas especialidades por las que rotes, de los distintos profesionales con los que te encuentres en este camino al que has llegado por méritos propios; para que dentro de 5 años, tu no dudes de tu formación cuando el paciente que se siente delante de ti, a escasos metros, dude fuertemente.
Trabaja codo con codo con tus compañeros y siempre por el bien de la gente que busca en nosotros una solución a sus problemas. Defiende esta especialidad tan bonita, completa y humana, que requiere de cualidades tan especiales y difíciles en este mundo de inmediatez, materialismo y tecnología que nos rodea: mirar a la cara, escuchar; aprender su valor, porque tengo comprobado, que a veces, eso también salva.
Si no te faltan las ganas y la ilusión de ser un buen médico, olvida la hipótesis alternativa de que no estas a la altura o no puedes con todo lo que la residencia conlleva, porque no es más dura que los siete años y el examen de oposición que cargas a tus espaldas.
Y si empiezas y aunque sea duro, te agote, y te metas en la cama dos horas antes de lo habitual, eres incapaz de creer al final de día que sigue mereciendo la pena, huye. Porque no siempre huir es de cobardes. Huye y busca lo que te haga feliz; ya que no solo te hará feliz a ti, si no a los que hubieran sido tus compañeros y pacientes.
Y por último y sobretodo (y vuelvo a repetir: “sobretodo” con mayúsculas, subrayado y en negrita), disfrútalo. Convéncete de que estas donde quieres estar, cada día. Disfruta de las muecas de agradecimiento de tus pacientes, de las sonrisas de familiares cuando reciben buenas noticias y del consuelo que tus palabras pueden causar ante una mala.
¿Estas preparado?