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Juro por Apolo médico, por Esculapio, Hygia…..


Mi primer día como médico, mi maestro me dio la más valiosa lección de gestión sanitaria sin que yo fuese consciente de ello al hacerme recitar el juramento hipocrático. Lo que me pareció una anacrónica excentricidad, me ha acompañado día a día con mis pacientes y ahora, tras un año formándome en gestión, el texto y el ejemplo diario de mi maestro me parecen más en vigor que nunca, incluso a la vanguardia si consideramos el fracaso de la generación millennial, de una generación digitalizada, una generación entre dos mundos.

Juan Bellón, mi maestro, reúne las cualidades que debe tener un buen gestor sanitario que, para mí, implica también ser o haber sido un buen profesional sanitario y, sobre todo, una buena persona.

Un buen gestor debe ser ejemplar en su labor. Ha dedicado toda su vida a la medicina con coraje y entusiasmo buscando el bienestar de sus pacientes y familias por encima de cualquier otro interés. Incorruptible, alejado de los “cantos de sirena” de la industria farmacéutica y sociedades científicas, firme contra las “tendencias gestoras” de cada momento, predicaba y ejercía Medicina basada en hechos haciendo a los pacientes partícipes en la toma de decisiones como depositarios últimos de su historia clínica. Humilde, consciente que como médico no lo podía saber todo (y sabía mucho) no dudaba en reconocerlo y buscar el recurso que mejor pudiera adaptarse al paciente, pidiendo tiempo para la reflexión.

Un buen gestor genera confianza en el equipo. Desde el primer día me trató a mí a y sus otros discípulos como iguales, escuchando y respetando nuestras opiniones cuando no éramos gota en el océano de su sabiduría. Siempre hablaba de nosotros, de nuestra consulta, haciendo que los pacientes nos tratasen como médicos antes que nosotros mismos nos sintiéramos como tales.

Cuando cometíamos errores, que los había, nunca buscaba culpables, no recriminaba, sino que incentivaba la reflexión conjunta hasta alcanzar aquello susceptible de mejora. Identificaba nuestras virtudes, las veía antes que nosotros y las potenciaba.

Médico de Familia, ganado día a día, ha defendido la Atención Primaria como la piedra angular del sistema y hoy la evidencia le avala ya que los sistemas sanitarios que cuentan con un sólido primer nivel gastan menos, son más equitativos y eficientes, generando más satisfacción tanto para los profesionales como para los pacientes, algo vital en el contexto político-social actual.

La accesibilidad física, la longitudinalidad en la biografía de los pacientes y el ofrecer un amplio catálogo de servicios con capacidad de resolución junto a la selección de aquellas patologías subsidiarias de ser valoradas a nivel hospitalario, hacen que la inversión en la atención primaria sea una inversión en eficiencia.

La atención primaria ejerce labor de promoción y prevención de la salud. Además, concilia los problemas de salud de los más frágiles (ancianos, enfermos mentales, crónicos, discapacitados, etc.) lo que le confiere equidad al sistema.

Digo que Juan ha estado a la vanguardia porque ha empleado con maestría las técnicas más eficaces y rentables de la medicina: la entrevista y el razonamiento clínico. Tolerar la incertidumbre, la revolución pendiente. La carencia de tiempo nunca le ha supuesto una excusa para “atajar” con recetas o derivaciones… -“en la consulta, a cada paciente el tiempo que necesite”- y el razonamiento clínico compartido con el paciente, haciéndole entender las posibilidades existentes para mejorar su estado de salud, desdeñando pruebas fatuas, fomentando el “dejar de hacer”, aquello que no aporta beneficios y empoderando al paciente como garante de su salud. La revolución cibernética y la inteligencia artificial están aún lejos de poder ofrecer los resultados en salud que los médicos que, como mi tutor y maestro, llevan ofreciendo desde hace más de dos mil años con su juramento en sus conciencias, ”pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos y me libraré de cometer voluntariamente acciones corruptas”.

Por eso, sirva este post de homenaje a mi tutor, mi maestro y amigo que me ha enseñado a ser mejor persona, mejor médico y, tal vez, mejor gestor y por ello concluyo: “Tributaré a mi maestro en Medicina el mismo respeto que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los socorreré si lo necesitan, trataré a sus hijos como a mis propios hermanos y, si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa”.

Fuente: http://descongestionsanitaria.blogspot.com.es

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